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«Me cogió del pelo y me forzó. Al acabar, vomité. Me llamó cerda y se fue»

«Me cogió del pelo y me forzó. Al acabar, vomité. Me llamó cerda y se fue»

«Había salido de cena con mis amigas. Le acababa de conocer y se puso muy baboso». Una menor narra a EL COMERCIO su brutal experiencia «para que no les pase a otras»

CHELO TUYA

GIJÓN.

Domingo, 22 de abril 2018, 04:35

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«No lo sabe nadie. Ni lo sabrá. Solo él. Y si lee esto, que sepa que no le tengo miedo. Que no me va a hundir la vida». Ha perdido doce kilos que no le sobraban. Sigue con su novio, «una persona maravillosa», pese a que siente que «los tíos son lo puto peor» y ahora las relaciones sexuales con su amor le duelen. Ha odiado a sus amigas. «¿Cómo no se dieron cuenta?». Pero, sobre todo, se ha odiado y culpado a ella. «¿Por qué salí? ¿Por qué bebí? ¿Por qué hablé con él?». Un odio y una culpa que está aprendiendo a gestionar con la ayuda de las psicólogas del único centro asturiano de atención integral a las víctimas de agresión sexual, el que Cavasym tiene en Gijón. Aunque durante mucho tiempo creyó «que no me habían violado», ahora tiene claro que «fui víctima de una agresión sexual». Una víctima menor de edad.

Asturias registró el año pasado una cifra récord de agresiones sexuales a menores. El Instituto Asturiano de Atención Social a la Infancia desveló en su memoria que en 2017 asumió la tutela de 25 menores porque alguien había abusado de ellos sexualmente; 25 casos que suponen un incremento del 45% en un solo año y la cifra más alta desde 2007, cuando comenzó la estadística oficial de las medidas de protección a la infancia.

El Ayuntamiento de Gijón ha puesto en marcha un protocolo contra las agresiones sexistas y los consejos de juventud lanzan una guía en la que insisten en que «no es no». Todo para frenar un volumen de violencia que los expertos consideran «menor al real». Explica Mariti Pereira, directora de Cavasym, que «si a un adulto le cuesta denunciar, a un menor mucho más». Como a la protagonista de este caso.

La adolescente no solo no ha presentado denuncia, «ni lo haré», sino que tampoco lo ha contado a nadie. Llegó a Cavasym «por Facebook. Su terapia me está ayudando mucho. Ya me han bajado la medicación. Espero superarlo, pero, sobre todo, quiero olvidarlo».

Quiere olvidar lo que pasó aquella noche de verano del año pasado en la que salió «convencida por mis amigas». Lo hizo «con intención de regresar pronto, porque al día siguiente me iba de vacaciones». Influyó en su decisión que «entre los estudios y mi novio me estaba quedando descolgada de mis amigas».

Y con ellas salió. Y cenó. Y fue a la zona de copas. «Y bebí. Me lo estaba pasando muy bien, pero me dio el punto responsable y decidí que ya era tarde y me iba». Pero las amigas insistieron. «No cortes el rollo», le decían. «Vamos a otro pub, que seguro que está allí tu novio». Y aceptó.

«Al llegar ya vi que mi novio no estaba. De hecho, había poca gente ya y bastante desfasada». Sus amigas entablaron contacto con un grupo de chicos. Todos jóvenes, pero, a diferencia de ellas, mayores de edad. Uno «se puso a hablar conmigo». Al principio, «estaba bien», pero pronto «empecé a agobiarme. Se puso baboso. Yo estaba muy borracha. Hacía mucho calor, estaba mareada. Sentí ganas de vomitar y me fui al baño».

«Todo pasó muy deprisa»

Pero no llegó. Al menos, al de chicas. «Sentí que me agarraban fuerte del brazo, me volví y me besó. Todo pasó muy deprisa. De repente, estaba encerrada en el baño de chicos. Empecé a pegarle e intentar salir, pero no podía: estaba muy borracha».

Entonces, «me agarró por el pelo muy fuerte. Me quedé paralizada. Me metió la polla en la boca y me hizo chupársela. Sentía arcadas. Cuando acabó, le vomité encima. Me miró con cara de asco, me llamo cerda porque le manché sus deportivas y se fue».

Tras la violación, «salí corriendo al baño de chicas. Solo quería lavarme, pero caí y en el suelo mojado y cubierta de vómito me encontraron mis amigas». Sin saber qué había ocurrido, la metieron en un taxi. «Todavía no sé cómo logré llegar a casa, ducharme y no despertar a nadie. No lo sé».

Lo que sí sabe es que intentó convencerse de que «no había sido tan grave. 'No me violó, solo me obligó a chupársela', me decía», al identificar violación con agresión vaginal. Y no. El Código Penal dice que lo suyo también fue violación.

«Yo solo quería seguir con mi vida», asegura. Pero la vida se empeñó en no querer seguir igual. «Empecé a caer en un pozo, adelgacé doce kilos, a tener pesadillas, a no querer salir y, aunque sigo con mi novio, al que amo, a veces me hace daño cuando tenemos relaciones. Siento que los tíos son lo puto peor».

No lo dice solo por su agresor. Lo dice porque estaba convencida «de que un chico vio cómo me metía en el baño. Y muchos entraron a mear mientras estábamos dentro. No puedo creer que nadie me oyera gritar y lo evitara». Una rabia que también extiende a sus amigas. «¿Por qué ninguna me fue a buscar al baño?».

En la terapia de Cavasym está aprendiendo a superar su dolor, su rabia y su miedo. A que no se tiene que culpar. «¿Me merezco esto por no ser buena persona y salir a beber con mis amigas en lugar de estar con mi novio maravilloso?» Y aprende, también, a no tener miedo. «No voy a denunciar, pero, insisto, si lee esto, que lo sepa: no le tengo miedo. No me va a hundir la vida».

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