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Edu Soto y Manolo Solo, anoche, sobre las tablas del Jovellanos. FOTOS: JOAQUÍN PAÑEDA
Detrás del humo hubo mucho más que cigarrillos

Detrás del humo hubo mucho más que cigarrillos

Un elenco en estado de gracia generó grandes risas y una invitación a pensar 'Smoking Room' recibió ayer en un Jovellanos lleno una larga ovación que se suma a las obtenidas desde su estreno

ALBERTO PIQUERO

GIJÓN.

Domingo, 22 de abril 2018, 00:31

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Hace algo más de tres lustros, Roger Gual y Julio Walovits recibieron el Premio Goya a la mejor dirección novel por una película que se ha convertido en historia viva de la cinematografía española, 'Smoking Room'. El año pasado, Roger Gual, permiso mediante de Julio Walovits, que ahora reside en Praga, decidió que el lenguaje fílmico podía ser trasladado al teatral. Y ahí nació esta versión, que también dirige. Se estrenó en el Teatro Pavón Kamikaze el pasado mes de octubre y, tras notables críticas y aceptación del público, ayer pasó por las tablas de un Jovellanos lleno a pesar del fútbol.

De los doce intérpretes que dieron vida al guión para la gran pantalla, en el tránsito a la tarima han quedado seis (el único que repite en ambos géneros es Manuel Morón, encarnando al jefe de la sucursal española de una gran empresa americana, donde transcurre la acción dramática).

Junto a Morón, Edu Soto (quien, por cierto, tendrá que realizar un notorio despliegue de fuerzas estos días en Asturias, pues asimismo acompañará con DeLaRoom, su grupo musical, hoy mismo, domingo, a la Orquesta de Cámara de Siero), Secun de la Rosa, Miki Esparbé, Pepe Ocio y Manolo Solo.

El relato teatral, que mantiene la sustancia y la mirada crítica de la cinta, se construye alrededor de la iniciativa que toma uno de los empleados de la oficina, Ramírez (Miki Esparbé), instando a la dirección empresarial para que ceda a los trabajadores una sala desocupada a fin de convertirla en una 'smoking room', es decir, una sala para fumadores, evitando así que deban salir a la calle para inhalar y propagar humo nicotínico.

Un par de décadas atrás, más o menos, esos acondicionamientos reservados a fumadores incontinentes tuvieron cierta presencia, aunque no fue muy duradera. Pero lo que importa de 'Smoking Room', mucho más que el pretexto en torno al cual gira la narración, es el texto que trasciende los calendarios anuales.

Ramírez acude a sus compañeros de trabajo pretendiendo que se sumen a su solicitud. Y tan sencilla petición desata o transparenta las ruindades humanas que acostumbran a emboscarse en la relación del poder y los supervivientes (o asalariados). No son las opiniones acerca de la conveniencia o no de la 'smoking room' las que entran en juego, sino los diversos modos en los que cada cual aspira a guardar su plaza en el escalafón, esa miseria cotidiana que tanto vale para fumadores como no fumadores, pues de lo que se trata es de moverse a favor del viento, por así decir.

Edu Soto no reservó nada para su concierto de hoy, espléndido en el papel de Enrique, oficinista explotado que termina por explotar en un parlamento que los espectadores interrumpieron varias veces con aplausos.

Igual de soberbio estuvo el resto del elenco, condición que se había puesto a sí mismo Roger Gual antes de reescribir la obra, la de encontrar un reparto excepcional. Misión conseguida a juicio de lo visto y disfrutado en la noche de ayer, que también invitó a pensar mucho entre carcajada y carcajada. El público ovacionó extensamente.

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